El Dr. Mariano Casado, miembro del Grupo de Trabajo “Atención Médica al final de la vida” de la Organización Médica Colegial y componente de la Comisión Central de Deontología de la OMC, ha realizado un trabajo titulado ‘El proceso del final de la vida: un debate abierto en Derecho Sanitario’, que ha resultado finalista en el Premio Nacional de Derecho Sanitario. El Dr. Casado, que ya ganó este galardón hace dos años, con una obra sobre instrucciones previas, realizada junto al fiscal Juan Calixto Galán, destaca en esta entrevista concedida a ‘Médicos y Pacientes’ que “la eutanasia representa una práctica contraria a la ética médica” y que “debe existir un derecho a los cuidados paliativos”.
¿Cuáles son los motivos que le llevan a realizar este trabajo?
Quizás el primero sea consecuencia de determinados sucesos vividos personalmente los que me han hecho reflexionar acerca de esta situación por la cual tenemos que pasar todos y que cuando ocurren te hacen plantearte muchas cosas, que en ocasiones hasta te puedes llegar a sorprender de ti mismo. En segundo lugar, posiblemente de mi actividad profesional, que es la de médico forense y esto hace que la muerte, aunque no sea desde el punto de vista asistencial, sí que sea algo muy específico y muy particular de nuestro trabajo, así en ocasiones se nos conoce como “los médicos de los muertos”.
Pero aparte de esta motivación otros han sido los que me movieron a realizar esta revisión y sin duda alguna mi pertenencia al Grupo de Trabajo de Atención Médica al final de la Vida, que coordina el Dr. Gómez Sancho, y que me ha permitido ir aprendiendo de una forma tan diferentes pero tan intensa y enriquecedora de los diferentes miembros del Grupo, todos ellos grandes profesionales y que transmiten los conflictos y las dudas que genera esta etapa de nuestra vida, que por cierto reitero y no podemos olvidar, tenemos que pasar todos por ella.
¿Cuál es el objetivo que pretende transmitir?
Pretende buscar respuesta a algo sumamente complejo y difícil, mediante el planteamiento de una serie de preguntas. Y ello porque soy de los que creen firmemente que hay que tener muy presente que el futuro que nos espera es plenamente incierto y que además sobreviene otra realidad, y es que no podemos manejarlo ni controlarlo, pudiendo cambiar éste en cualquier instante. Pero igualmente ese futuro, más o menos próximo o lejano, nos puede guiar a la buena o mala fortuna, pero lo seguro es que nunca a lo mismo. Y como esto es así; ¿porqué es tan variable la forma de morir de unos y de otros?, ¿podemos hacer algo para cambiarla, está en nuestras manos?, ¿quizás la forma de morir esté influenciada por el propio modo de vida o es simplemente obra del azar?, ¿por qué nos planteamos con tanta frecuencia el subsistir en el tiempo?, ¿por qué tenemos tanto miedo a morir o nos creamos angustia ante la nada? ¿porqué sufrimos tanto cuando pensamos en la muerte?, ¿por qué no hablamos de la muerte y por qué no la miramos de otra manera?, ¿por qué no la asumimos como algo cercano, cierto y esperable?, ¿tenemos derecho a anticipar nuestra muerte natural cuando ya no soportamos la vida?, ¿cuándo resulta mejor estar muerto que vivo? Sin duda, son cuestiones muy complicadas y además ocurre que generalmente no nos gusta hablar de este tema.
¿Cuál es la situación del proceso al final de la vida en España?
Se habla y se escribe mucho sobre el implantar normativas reguladoras en relación a algo tan espinoso como es la muerte y la forma de morir. Creo honestamente que ciertamente hay que plantearse un cambio y sí hay que hablar sobre ella.
Además, con el debate, se pueden conseguir variadas e incluso renovadas opiniones acerca del tema que se pretende regular, si es que acaso se puede sistematizar este tema. Y defiendo este debate, pues aunque su finalidad no debe ser la de persuadir, sí debe ser la de poner en conocimiento de todos, las diferentes opciones u opiniones que se plantean en referencia a este tema.
Aceptando lo anterior, cualquier debate que nos planteemos sobre el particular tiene que estar basado en criterios puramente racionales y fundamentados, que nos permitan analizar la problemática del proceso de fin de la vida en un contexto más global, porque si no se hace así, si se hace sin razones, lo que lograremos es que haya imposiciones de determinados sectores, con ideas de influencia, lo que consecuentemente puede dar lugar a la aparición de grupos fácticos. Por tanto, éste debate tiene que ser plural, a la vez que crítico, y tiene que ser, como nos movemos en la incertidumbre, necesariamente abierto.
Actualmente en nuestro país se hacen muchas referencias al derecho a una “muerte digna”, pero aunque el término no me resulta muy correcto ni apropiado, ¿qué es eso?, ¿qué implica?, ¿cómo se entiende?, sobre todo si partimos del hecho de que realmente no existe consenso en nuestra sociedad acerca de qué debe entenderse por «muerte digna».
Creo que para poder llegar a un consenso en esta materia es preciso un diálogo básico a tres bandas, que incluya la Medicina, el Derecho y la Ética, y debe ser así porque el pronunciamiento ha de ser lo más preciso y clarificador posible para saber que todos los implicados hablan de lo mismo, aun teniendo en cuenta que la utilización del lenguaje no es absoluto y no está exento de interpretaciones, ya que por muy clara que pudiese ser cualquier normativa, esta no tiene nada que ver con la solución a cada caso concreto, es decir con la práctica médico-sanitaria asistencial, la cual se lleva a cabo en un ambiente con una carga de valores muy variados y diferentes, según cada protagonista.
¿Existe una gran disparidad en la dispensación de los cuidados paliativos en nuestro país?
Mis compañeros del grupo me han enseñado muy claramente que la mayoría de las veces que se plantea el asunto del final de la vida, se hace planteando que las últimas fases de una enfermedad incurable se vivirá con fuertes dolores y con un sufrimiento de todo tipo y donde la atención no será la oportuna ni la correcta. Por ello y ante este escenario no debiera resultar raro que las estadísticas a favor de la eutanasia sean las que son.
Ante este final de la vida existe la opción de aplicar al paciente tratamientos paliativos, los cuales permitan controlar los múltiples y diferentes síntomas que el paciente presenta y además dar apoyo de tipo psicológico, emocional, social, espiritual…y a demás no solo al propio paciente sino también a sus familiares.
Y además en los «cuidados paliativos», sea posiblemente donde mejor se fusionan el modelo biológico con el modelo humanista, en respuesta a las necesidades de los pacientes aquejados por una enfermedad en fase avanzada/terminal.
Y si estos tienen como objetivo fundamental el conseguir el mayor bienestar posible para el paciente y su familia a través de la atención a las necesidades físicas, psicológicas, espirituales y sociales. Los pilares básicos en los que se debe apoyar el mundo sanitario para conseguir este objetivo de bienestar serán: el control de los síntomas, la comunicación eficaz, el apoyo psicoemocional y la atención a la familia. Con esta exposición tan simple, debemos estar de acuerdo en que debe existir un derecho a los cuidados paliativos, ya que muchas leyes hablan y reconocen de una forma taxativa y amplia este derecho de los pacientes.
¿Es necesaria una norma a nivel nacional que regule los cuidados paliativos?
Como le he indicado anteriormente hay normas y leyes que recogen este asunto. Recordemos como a nivel estatal, el Ministerio de Sanidad diseño y acordó la Estrategia de Cuidados Paliativos del Sistema Nacional de Salud allá por el año 2007, aprobada por unanimidad en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud el 14 de marzo de 2007, y su posterior actualización en el año 2010, para el período 2010-2014, con el ulterior desarrollo de diversos «Planes Integrales de Cuidados Paliativos» en las diversas CCAA de España.
Del mismo modo es de destacar como los colegios profesionales, básicamente el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (La OMC y SECPAL dan sus propuestas sobre cuidados paliativos y muerte digna, en el año 2011), han ido reconociendo y recogiendo la regulación referida a la atención al final de la vida; y como el propio Código de Deontología Médica de la OMC, en su capítulo VII (“Atención médica al final de la vida”) el su artículo 36.
Expertos como el Dr. Gómez Sancho aseguran que en España hay mucha gente que sufre para morir, ¿qué opina?
Qué puedo decir de esa afirmación, viniendo de quien viene y sabiendo que lo que dice es real, palpable y además sobradamente conocido por quien es. Siempre digo que para opinar hay que saber de lo que hablamos que lo que dice el Dr. Gómez Sancho viene de alguien que sabe y conoce esta realidad, que además es real y palpable. Lo ha dicho en múltiples ocasiones, pero nadie o pocas personas que podrían hacer algo y plantear soluciones, no lo quieren aceptar, y así ocurre que la gente tenga que morir sufriendo y que la gente muera mal en España, como igualmente afirma nuestro maestro. El debate social actual quizás no gire tanto en torno a la «muerte», sino acerca del «acto de morir» o mejor con relación a la «forma de morir».
¿Unos buenos cuidados paliativos evitarían que los pacientes se plantearan la eutanasia?
Rotundamente sería así. Hay una cuestión meridianamente clara y es que la eutanasia es lo opuesto, lo contrario, la otra cara de la moneda de lo que es y lo que se entiende por cuidados paliativos.
Cuando un cuadro clínico ha llegado a tal extremo que lo que realmente necesita el paciente es dar respuesta a sus necesidades físicas, psíquicas, familiares y sociales e incluso espirituales y cuando ya no es posible intentar curar algo que no lo es, es cuando deben y tienen que estar presente los cuidados paliativos, facilitando bienestar dentro de lo posible tanto al propio paciente como a su entorno familiar.
Ahí se demuestra el compromiso profesional y ético que tiene un médico, participando y ayudando al paciente cuando este nos demanda una ayuda. Por su parte cuando hablamos o mejor mencionamos la palabra “eutanasia” en contra de su significado etimológico, representa una práctica contraria a la ética médica y a la propia deontología que debe inspirar a todo médico.
¿Qué papel juega en este ámbito la objeción de conciencia de los profesionales?
Me alegra que me formule esta pregunta, y la contestación es sumamente sencilla, está escrita y debatida. En la declaración sobre “El derecho a la sedación paliativa”, se hace referencia a este tema y se dice claramente que cuando existe una adecuada indicación para la sedación, la “objeción de conciencia” no tiene cabida, como tampoco sería posible objetar ante cualquier otro tratamiento correctamente indicado.